Uno habla, también silencio

Yo no hablo para que me escuchen, lo hago para comprobar que sigo vivo,
ni para dibujar la realidad en que vivimos, sino aquella que realmente necesito.

Y así uno murmura cuando escribe, dibuja y danza, con la urgencia de saber si aún eres el mismo, muevo las manos (señal de auxilio), abres los brazos (fin del camino) y habla uno hasta con esta ¨nada¨ que existe, cuando se gesta un próximo latido.

Hablamos con el alma que habita el cuerpo, lo movemos a distintos ritmos, como si algo de esto fuera nuestro... decimos cosas que callamos en cada gesto, bebemos lento el tiempo cuando sin más que decir, gritamos con los labios un nuevo beso.

Hablo con mucha gente de pocas cosas y con pocas personas comparto la inmensidad del abismo y de mi tiempo, hablo con el espejo, con la almohada, con mi reflejo en el vidrio, cuando miro a la gente gris que viaja cansada en el metro.

Hablo con mis dedos en mensajes cortos, con la sonrisa que provoca escuchar un timbre nuevo, hablamos del clima, de la nota, de los otros, de los putos precios, que cuestan siempre más de lo que valen y que valdría la pena no hablar de ello.

Con la mirada perdida o con los ojos fijos en otro universo, gritan tus pulsos, ansiedad de comas, de comer pausas y detener el tiempo, de comer tu cuerpo, habla tu carne sudando recuerdos, habla el aire en tu respiración galope, hablan del frío o de mi voz erizados tus vellos, con las ganas totales de perder la calma o de hallar dos puntos que sigan al final del último signo en este texto.

Así habla uno (siento y pienso) casi por supervivencia, para que cuando hablen dos, tengamos algo que decir y mucho que al callar, nos hable también, el silencio.

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