la página treinta y nueve

Te voy a contar un historia; prometo ser breve, hace frío afuera, lo sé.

Durante mucho tiempo pensaba que ir en contra de lo establecido, hacer lo que te dicen que no se debe, era una forma digna de ser rebelde, hoy veo que eso era apenas llamar la atención como un adolescente (al que le duele), un vagabundo buscando una casa vacía, un artista que no encuentra dónde exponerse. 

Uno es Rebelde, cuando aprendes a caminar a ciegas, cuando no necesitas aprobación, ni medallas, ni hubieras, cuando saltas al vacío con las manos vacías con la total convicción que no haces lo que puedes, sino lo que quieres. 

Hoy que llego matemáticamente a la mitad posible de mi vida, es probable que quiera vivir en adelante en una auténtica rebeldía. Dejando páginas en blanco y ver qué sucede, libre de la idea que tengo de mí mismo, sé de cierto que un rebelde no conoce el fracaso, no puede; porque no se trata de estar en contra, sino a favor de lo que uno cree, ama y merece; la auténtica prueba de asumir la rebeldía es ¨hacer que suceda¨ sin importar lo que te falta, lo que te den, o lo que te queda. 

Sin más pretextos, ni quimeras. Comencemos pues.

Sean bienvenidoas a esta segunda mitad de mi vida, este aquelarre no es para todos, sólo para los amorosos, los insurrectos y proscritos, los que saben valorar más el intento que los logros, los viejos extraños, los nuevos amigos; los que danzan al ritmo que marcan los grillos, los locos bajitos y aquellos sinceros malditos, que saben que estar juntos es la mejor forma de estar solos, de ser eternos, porque en cada encuentro renacemos a una posibilidad de ser distintos.

En un lugar de mi tiempo, de cuyo tiempo no quiero acordarme. Un tsunami de proporciones épicas barrió con todo lo que creía haber sido, lo que pensaba que era mío; ya no era. Y de pronto a medio día era de noche y la noche era fría y parecía eterna; descubrí mi sombra sin espejos a la mano; un regalo de humildad me hizo comprender que no podía yo solo con tanto, pedí ayuda y la encontré; hubo desconocidos que me auxiliaron y amigos que jamás volví a ver. 

Primero fue el hombre y luego el hambre; resucité a los tres meses según las escrituras de una propiedad que nunca fue mía y como saben los que dicen, que Dios es una estupenda maestra, a pesar de los pesares danza burbujeante el magma debajo de la tierra, la esencia que habita lo invisible, seguía todo igual de diferente, pero desperté, ya era primavera.

El oleaje trajo desde el fondo del mar, tesoros que creía en el olvido. Rocas que parecían tan firmes, son hoy arena de relojes que no uso ni necesito, escombré los restos de galeones, recordé cuando curraba de pirata, hallé historias en botellas, camas y cofres vacíos que cambiaron sus tesoros por caracolas, que guardan silentes todos los sonidos. 

Me sentí bendito por la simpleza de saberme vivo, lleno de posibles oportunidades y no de opciones posibles. Cuando todo era calma, me cansé de esperar y me hice a la mar sin remos, de vela puse lo que me quedaba, un viejo abrigo (que luego extrañé cuando volvió el invierno). 

Navegué hasta una isla, memoricé a tientas todos los mapas del infierno, de sus cuevas te puedo dar detalles, tengo mi nombre grabado en la entrada de una de ellas. Anduve además por la montaña y en la selva, sé también de paraísos, en los brazos más pequeños hallé los abrazos más fuertes, los que tienen más sentido, hoy viajo ligero, ando sin prisas ya nadie me cuenta lo que es hablarle de tú a la muerte, ni sentarte con el diablo a beber te. Me gusta ser todo lo que he sido, hago más de lo que pienso y ya no pienso todo lo que digo, los laberintos de mi alma y mi cabeza los he andado solo, a mi tiempo y a mi manera (salud Carlitos).

Hoy que es todo distinto, mi familia, mi guarida, mis proyectos y hasta a mi cuerpo que hube de vestir y pintar con otros signos. Elegí transformarlo todo para seguir siendo el mismo. No pretendo ser sólo feliz, sino menos terco y definido, más caótico y dispuesto a la sorpresa, abro sin envoltura el regalo que habita en cada proceder; aprendí a reír con el humor negro del destino, aunque a veces encuentro un alacrán en medio de la almohada, recuerdos que olvidó el olvido, qué le vamos a hacer. 

Salí en busca de una historia que me hiciera algún sentido, leí todo lo que pude, escribí sin ánimo de ser leído, a veces con oficio, otras por puro instinto de supervivencia, mi mayor éxito fue mi peor novela y mis mejores historias aún se están por escribir.

Hoy no hay nada que no pueda volver a perder, excepto la libertad de ser yo mismo, nada que necesite más que una canción cantada en coro, una mano en mi mano, un paquete de cigarros, un papel en blanco, dos cafés. 

Supe que el dolor y la rabia tienen fases expuestas y ocultas como la luna, una noche de hospital me vi cuidando a un bebé qué como ahora (39 años atrás) me silbara canciones de cuna, todo se va y vuelve alguna vez, supe que el amor no se disuelve sino se integra como rocas de hielo en un vaso de veneno, y que no hay sed que se resista a una certeza servida en los tarros del placer. 

Quien quiera que seas y desde donde sea que estés mirando, puedes dar por hecho que aquí todo está a la vista, pero siempre hay más de lo que ves. 


Así que ya lo sabes, si has leído hasta aquí. Antes que nada, gracias por venir a visitarme, permíteme guardar tu abrigo, y en ese tapete que dice Bienvenidos, puedes limpiarte los pies. Pasa, entra, no hace falta que toques, tú y los otros que quieran pasar que entren también… 


Está la puerta en llamas, pero siempre abierta.

Comentarios